domingo, 18 de octubre de 2009

Puñaladas


Jon Juaristi en ABC

NO muy elegante la del memorioso Pujol a Enrique Múgica Herzog, que requiere, ya que no una urgencia médica, un ejercicio literario de urgencia: la anatomía (patológica) de un instante, el presente, cuyas claves son distintas de las de aquel 23-F con el que relaciona el Honorable al Defensor del Pueblo. Entonces había una ETA asesinando a destajo, una generación activa de jefes militares que había combatido en la guerra civil como tenientes del bando vencedor y un gobierno contra cuya cabeza conspiraba todo el mundo (incluidos los suyos). Ahora, la banda golpeando en repliegue y medio a ciegas, generales que obtuvieron sus despachos de tenientes cuando la muerte de Franco y una oposición ensimismada en sus catarsis internas mientras el presidente se dedica a la alianza de civilizaciones. Tal es el contexto en el que Pujol, con su atrabilis en fermentación, pone a circular su memoria histórica.
Falta un elemento en el cuadro. Entonces había una sociedad española que temía por la reciente democracia y miraba con aprensión el calendario, preguntándose si los cinco años y medio transcurridos desde la desaparición del dictador desembocarían fatalmente en una catástrofe como la que cerró otro ciclo de igual duración, el republicano (fueron ese temor y esa aprensión lo que hizo fracasar de antemano el golpe de Estado, que sólo una ínfima minoría se hallaba dispuesta a secundar). La sociedad actual es muy diferente. Insensible a los riesgos de la libertad y segura de que los golpes de Estado han pasado definitivamente a la Historia, se encapricha de los linchamientos morales. Cada cierto tiempo necesita ensañarse con un chivo expiatorio, y la rencorosa memoria de Pujol le ha ofrecido uno que tiene la ventaja de ofrecer links (pues los linchamientos de hoy día son virtuales o no son linchamientos) a otros chivos expiatorios de lo más habitual. Por ejemplo, a los judíos. Por si alguien lo pusiera en duda, consúltese el Público.es del viernes, edición digital, cuya portada publica el «comentario más valorado» de y por sus lectores, que dice, entre otras cosas: «No seré yo quien caiga en el ataque fácil hacia los judíos por su fama de negociantes, pero es un hecho que Múgica Herzog, con su comportamiento, es el que les insulta ¿por cuánto se vendió el tal Herzog éste por cambiar de chaqueta o de kipá?». Hombre, ya que el Público.es se pone al servicio de la chusma antisemita, podría a cambio exigirle un mínimo de gramática. Que linchen con sintaxis y puntuación.
En el linchamiento, el acusador tiene todas las de ganar. Jamás exhibe pruebas, porque no se necesitan cuando el acusado lleva encima las marcas que lo identifican como linchable, empezando por el apellido. En el fondo, no se trata de la palabra de Pujol contra la de Múgica Herzog. Se trata de la palabra de Pujol contra la de Múgica Herzog en un medio social donde los linchadores antisemitas son legión. Lo evidente, dijera lo que dijera Enrique Múgica a Jordi Pujol, es que aquél no estuvo implicado en el golpe de Estado del 23-F, y que sobre el acusador recae la carga de la prueba si mantiene lo contrario. Y, por lo menos, si no ofrece pruebas, que aseste las puñaladas con gracia, como aquel Oliveretto de Fermo del Tiempo de los Médicis que cantó Manuel Machado, pero Pujol no tiene alma de sicario renacentista, sino más bien de Lola Puñales. Parafraseando al comentador más valorado del Público.es, no seré yo quien caiga en el ataque fácil a los traperos por la fama de apuñaladores y de negociantes en trapos sucios que tienen bien ganada los nacionalistas cuando escriben sus memorias.

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